La destrucción de la capa de ozono es uno de los problemas ambientales más graves que debemos enfrentar hoy día. Podría ser responsable de millones de casos de cáncer de la piel a nivel mundial y perjudicar la producción agrícola. Sin embargo podemos cobrar ánimos, ya que ha motivado a la comunidad internacional a acordar medidas prácticas para protegerse de una amenaza común.
En 1987, los gobiernos de todos los países del mundo acordaron tomar las medidas necesarias para solucionar este grave problema firmando el Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias que agotan la Capa de Ozono. Fue un acuerdo notable que sentó un precedente para una mayor cooperación internacional en encarar los problemas globales del medio ambiente. Bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los científicos, industrialistas y gobiernos se reunieron para iniciar una acción preventiva global. El resultado fue un acuerdo mediante el cual se comprometieron los países desarrollados a una acción inmediata, y los en desarrollo a cumplir el mismo compromiso en un plazo de diez años.
Desde entonces, se han presentado nuevas pruebas científicas de que la destrucción del ozono está ocurriendo más rápidamente que la previsto. Pero los líderes mundiales han actuado muy bien en este asunto. En 1990 se hicieron enmiendas importantes al Protocolo de Montreal, en Londres, y en 1992 en Copenhague, para acelerar la eliminación de las sustancias destructoras del ozono. Muchos países han reaccionado ante esta amenaza creciente optando por eliminar la producción y consumo de las sustancias destructoras del ozono más rápidamente que lo estipulado por el tratado. Se facilitó un mecanismo financiero para estimular la acción de las naciones en desarrollo. El resultado demuestra que las partes del Protocolo han anticipado la ejecución de las disposiciones del tratado.
Así, la historia de cómo se desarrollaron y se siguen desarrollando el Convenio de Viena y el Protocolo de Montreal, sirve de ejemplo de cómo el PNUMA colabora con la comunidad internacional para asegurar un desarrollo viable. Compartiendo la información y facilitando las transmisiones de tecnología y asistencia financiera a los países más pobres, se puede hacer mucho para proteger y mejorar el medio ambiente mundial. Este es el cometido del PNUMA, y en muchos otros campos como la biodiversidad, desertificación y cambios climáticos, la organización seguirá catalizando y coordinando las actividades para promover un medio ambiente seguro para las futuras generaciones en el mundo entero.
Es esencial que los recursos mundiales, humanos y financieros, se canalicen en actividades constructivas para que los países desarrollados y en desarrollo puedan luchar en condiciones de igualdad, por una mejor vida para todos.
¿Qué es la Capa de Ozono?
La vida en la Tierra ha sido protegida durante millares de años por una capa de veneno vital en la atmósfera. Esta capa, compuesta de ozono, sirve de escudo para proteger a la Tierra contra las dañinas radiaciones ultravioletas del sol. Hasta donde sabemos, es exclusiva de nuestro planeta. Si desapareciera, la luz ultravioleta del sol esterilizaría la superficie del globo y aniquilaría toda la vida terrestre.
El ozono es una forma de oxígeno cuya molécula tiene tres átomos, en vez de los dos del oxígeno común. El tercer átomo es el que hace que el gas que respiramos sea venenoso; mortal, si se aspira una pequeñísima porción de esta sustancia. Por medio de procesos atmosféricos naturales, las moléculas de ozono se crean y se destruyen continuamente. Las radiaciones ultravioletas del sol descomponen las moléculas de oxígeno en átomos que entonces se combinan con otras moléculas de oxígeno para formar el ozono.
El ozono no es un gas estable y es muy vulnerable a ser destruido por los compuestos naturales que contienen nitrógeno, hidrógeno y cloro.
Cerca de la superficie de la Tierra (la troposfera), el ozono es un contaminante que causa muchos problemas; forma parte del smog fotoquímico y del cóctel de contaminantes que se conoce popularmente como la lluvia ácida. Pero en la seguridad de la estratosfera, de 15 a 50 km. sobre la superficie, el gas azulado y de olor fuerte es tan importante para la vida como cl propio oxígeno.
El ozono forma un frágil escudo, en apariencia inmaterial pero muy eficaz. Está tan esparcido por los 35 km. de espesor de la estratosfera que si se lo comprimiera formaría una capa en torno a la Tierra, no más gruesa que la suela de un zapato. La concentración del ozono estratosférico varía con la altura, pero nunca es más de una cienmilésima de la atmósfera en que se encuentra.
Sin embargo, este filtro tan delgado es suficiente para bloquear casi todas las dañinas radiaciones ultravioletas del sol. Cuanto menor es la longitud de la onda de la luz ultravioleta, más daño pueda causar a la vida, pero también es más fácilmente absorbida por la capa de ozono.
La radiación ultravioleta de menor longitud, conocida como UV, es letal para todas las formas de vida y es bloqueada casi por completo. La radiación UVA, de mayor longitud, es relativamente inofensiva y pasa casi en su totalidad a través de la capa. Entre ambas está la UVB, menos letal que la UVC, pero peligrosa; la capa de ozono la absorbe en su mayor parte.
Cualquier daño a la capa de ozono aumentará la radiación UVB, a igualdad de otras condiciones. Sin embargo, esta radiación está también limitada por el ozono troposférico, los aerosoles y las nubes. El aumento de la contaminación del aire en las últimas décadas ha ocultado cualquier incremento de la radiación, pero esta salvaguardia podría desaparecer si los esfuerzos para limpiar la atmósfera tienen éxito. Se han observado aumentos bien definidos de la radiación UVB en zonas que experimentan períodos de intensa destrucción del ozono.
Cualquier aumento de la radiación UVB que llegue hasta la superficie de la Tierra tiene el potencial para provocar daños al medio ambiente y a la vida terrestre. Los resultados indican que los tipos más comunes y menos peligrosos de cáncer de la piel, no melanomas, son causados por las radiaciones UVA y UVB. Se calcula que para el año 2000 la pérdida de la capa de ozono será del S al 10% para las latitudes medias durante el verano.
Según los datos actuales una disminución constante del 10% conduciría a un aumento del 26% en la incidencia del cáncer de la piel. Las últimas pruebas indican que la radiación UVB es una causa de los melanomas más raros pero malignos y virulentos. La gente de piel blanca que tiene pocos pigmentos protectores es la más susceptible al cáncer cutáneo, aunque todos están expuestos al peligro.
El aumento de la radiación UVB también provocará un aumento de los males oculares tales como las cataratas, la deformación del cristalino y la presbicia. Se espera un aumento considerable de las cataratas, causa principal de la ceguera en todo el mundo. Una reducción del 1% de ozono puede provocar entre 100.000 y 150.000 casos adicionales de ceguera causada por cataratas. Las cataratas son causa de la ceguera de 12 a 15 millones de personas en todo el mundo y de problemas de visión para otros 18 a 30 millones. La radiación UVC es más dañina que la UVB en causar la ceguera producida por el reflejo de la nieve, pero menos dañina en causar cataratas y ceguera.
La exposición a una mayor radiación UVB podría suprimir la eficiencia del sistema inmunológico del cuerpo humano. La investigación confirma que la radiación UVB tiene un profundo efecto sobre el sistema inmunológico, cuyos cambios podrían aumentar los casos de enfermedades infecciosas con la posible reducción de la eficiencia de los programas de inmunización. La inmunosupresión por la radiación UVB ocurre independientemente de la pigmentación de la piel humana. Tales efectos exacerbarían los problemas de salud de muchos países en desarrollo.
El aumento de la radiación UVB además provocaría cambios en la composición química de varias especies de plantas, cuyo resultado sería una disminución de las cosechas y perjuicios a los bosques. Dos tercios de las plantas de cultivo y otras sometidas a pruebas de tolerancia de la luz ultravioleta demostraron ser sensibles a ella. Entre las más vulnerables se incluyeron las de la familia de los guisantes y las habichuelas, los melones, la mostaza y las coles; se determinó también que el aumento de la radiación UVB disminuye la calidad de ciertas variedades del tomate, la patata, la remolacha azucarera y la soja.
Casi la mitad de las jóvenes plantas de las variedades de coníferas con las que se experimentó fue perjudicada por la limitando el crecimiento de algunas plantas (por ejemplo el centeno, el maíz y el girasol). Sin embargo, es difícil hacer predicciones cuantitativas ya que otros factores ambientales entran en juego.
De igual manera, la radiación UVB afecta la vida submarina y provoca daños hasta 20 metros de profundidad, en aguas claras. Es muy perjudicial para las pequeñas criaturas del plancton, las larvas de peces, los cangrejos, los camarones y similares, al igual que para las plantas acuáticas. Puesto que todos estos organismos forman parte de la cadena alimenticia marina, una disminución de sus números puede provocar asimismo una reducción de los peces. La investigación ya ha demostrado que en algunas zonas el ecosistema acuático está sometido a ataque por la radiación UVB cuyo aumento podría tener graves efectos detrimentales.
Los países que dependen del pescado como una importante fuente alimenticia podrían sufrir consecuencias graves. Al mismo tiempo, una disminución en el número de las pequeñas criaturas del fitoplancton marino despojaría a los océanos de su potencial como colectores de dióxido de carbono, contribuyendo así a un aumento del gas en la atmósfera y al calentamiento global consecuente.
Los materiales utilizados en la construcción, las pinturas y los envases y muchas otras sustancias son degradados por la radiación UVB. Los plásticos utilizados al aire libre son los más afectados y el daño es más grave en las regiones tropicales donde la degradación es intensificada por las temperaturas y niveles de luz solar más elevados. Los costos de los daños podrían ascender a miles de millones de dólares anuales.
La destrucción del ozono estratosférico agravaría la contaminación fotoquímica en la troposfera y aumentaría el ozono cerca de la superficie de la Tierra donde no se lo desea. La contaminación fotoquímica ocurre principalmente en las ciudades donde los gases de escape y las emisiones industriales tienen su mayor concentración. Esto tendría sus propios efectos sobre la salud humana, al igual que sobre las cosechas, los ecosistemas y los materiales de los que dependemos.
La Tierra y sus habitantes tienen mucho en juego en la preservación del frágil escudo de la capa de ozono. Pero inconscientemente hemos venido sometiendo a la capa de ozono a ataques subrepticios y sostenidos.
Ya se ha demostrado que los CFC son la principal causa detrás de la prueba más impresionante de la destrucción del ozono. Cada primavera austral se abre un "agujero" en la capa de ozono sobre la Antártida, tan extenso como los Estados Unidos y tan profundo como el Monte Everest. El agujero ha crecido casi todos los años, desde 1979. En los últimos años, el agujero ha aparecido cada año, excepto en 1988.
En 1992, cuando el agujero alcanzó su mayor tamaño, la destrucción del ozono alcanzó un 60% más que en las observaciones anteriores. El agujero cubría 60 millones de km2 comparado con 44 millones de km2. En 1992, el agujero se observó durante un periodo más largo, probablemente porque las partículas lanzadas por el volcán Monte Pinatubo aumentaron la destrucción de la capa de ozono. Evaluaciones de la capa de ozono en algunos puestos de observación en 1992 también demostraron la destrucción total de la capa de ozono entre los 14 y los 20 km. de altura.
Nadie sabe cuáles serán las consecuencias del agujero en la capa de ozono, pero la investigación científica exhaustiva no ha dejado dudas en cuanto a la responsabilidad de los CFC. Al parecer, su acción es favorecida por las condiciones meteorológicas exclusivas de la zona, que crean una masa aislada de aire muy frío alrededor del Polo Sur.
Las observaciones de la destrucción de la capa de ozono en el hemisferio Norte no son menos inquietantes que las de la región antártica. Si bien no hay un "agujero del Artico", debido a ciertos factores meteorológicos, en enero de 1993, la cantidad de ozono en todo el hemisferio Norte sobre la franja que va de los 45°a los 65° de latitud norte había disminuido entre el 12% y el 15% y durante casi todo el mes de febrero de 1993, los niveles sobre América del Norte y muchas partes de Europa fueron
Evaluación de la capa de ozono en 1991
v El Informe de la Comisión de Evaluación Científica para 1991 confirmó lo siguiente:
v El ozono sigue disminuyendo en todas las latitudes, excepto en los trópicos.
v El descenso general de los niveles de ozono es alrededor del 3% cada diez años. La disminución de ozono fue mayor en los años 80 que en los años 70.
v La disminución de los niveles de ozono en la estratosfera inferior (12 a 23 km. sobre la Tierra) cada diez años asciende al 10%.
En algunos lugares se ha observado un aumento de la radiación UVB, conjuntamente con disminuciones del ozono más del 1% de aumento de UVB por cada disminución porcentual del ozono.
Los modelos actuales elaborados por computadora subestiman la pérdida de ozono.
Los incidentes como las erupciones volcánicas aumentan la pérdida de ozono al intensificar los efectos de los CFC.
Se calcula que si las emisiones de los CFC y halones continúan creciendo como en el pasado, la capa de ozono será reducida en un 20% en el tiempo de vida de los niños de hoy. Según se estima, sólo la mitad de esta pérdida del escudo protector provocaría en los Estados Unidos 1,5 millones más de casos fatales de cáncer de la piel y 5 millones más de cataratas.
El futuro de la capa de ozono
La historia del Protocolo de Montreal es extraordinaria y sin precedentes. Mientras que los científicos identificaron el problema de la destrucción del ozono y presentaron las pruebas científicas autoritarias, el PNUMA reunió a los encargados de elaborar la política y científicos de todas partes del mundo y pudo lograr el consenso en medio de muchas opciones de políticas divergentes. A los dos años de entrado en vigencia el Protocolo con medidas de control limitadas sobre las sustancias destructoras del ozono, las partes ajustaron y enmendaron el Protocolo en Londres para eliminar las sustancias más destructoras del ozono hacia el año 2000 e identificaron otras sustancias a controlar.
Las industrias se movilizaron con rapidez para encontrar sustitutos químicos y tecnologías de alternativa. Las presiones de los consumidores exigieron una reducción en el consumo de las sustancias destructoras del ozono por encima de los niveles estipulados por el Protocolo. Nuevas pruebas científicas de una destrucción del ozono sin precedentes unidas a la factibilidad tecnológica de una eliminación mucho más rápida motivaron a las partes a adelantar los cronogramas durante la Cuarta Reunión en 1992. La eliminación de la mayoría de las sustancias químicas ahora se realizará en 1996 y hasta los HCFC con bajo potencial de destrucción se eliminarán gradualmente. El consumo de bromuro de metilo se congeló en 1993.
Las naciones que ratificaron el Protocolo se han dado cuenta de las desventajas que deben superar los países en desarrollo para seguir el mismo ritmo que los países desarrollados y les han dado un plazo de diez años. El Fondo Multilateral, que fue establecido para sufragar los costos marginales de los países en desarrollo para eliminar las sustancias destructoras del ozono, ha demostrado gran previsión.
Ciento veinte naciones ya han firmado el Protocolo, 80 de las cuales son países en desarrollo. Muchos países en desarrollo tienen proyectado eliminar las sustancias controladas con más rapidez que lo estipulado por el Protocolo. Puesto que todos los productores de sustancias controladas y prácticamente todos los países consumidores importantes se han suscrito al tratado, el final de las sustancias químicas destructoras del ozono está cerca.
Y sin embargo, a pesar de la acción extraordinaria acordada por las naciones para abordar el problema de la destrucción del ozono, la capa de ozono tardará mucho tiempo en estabilizarse. Millones de toneladas de los CFC de larga vida ya producidos continuarán ascendiendo a la estratosfera, atacando la capa de ozono. Las observaciones científicas indican que las pérdidas de ozono en los años 80 fue mayor que en los años 70. Las pérdidas se han extendido a ambos hemisferios y ocurren durante todas las estaciones y no sólo en invierno como antes. Las observaciones hechas en 1992 indicaron que las pérdidas de ozono eran mucho más graves que las calculadas por los modelos.
La cantidad de compuestos químicos destructores del ozono en la atmósfera seguirá aumentando hasta el año 2000 y la carga de cloro atmosférico podría tardar hasta el año 2060 para alcanzar un volumen inferior a 2 partes por mil millones, para que se estabilice la capa de ozono por completo.
Ahora es evidente que las naciones deberían haber actuado con más prontitud para evitar parte de la demora, en el período comprendido entre 1974, fecha en que los científicos anunciaron su descubrimiento sobre las sustancias destructoras del ozono, y 1987 cuando se firmó el Protocolo de Montreal original. El millón de toneladas métricas de CFC producidas anualmente durante ese período aplazarán el restablecimiento completo de la capa de ozono y tendremos que pagar las consecuencias de estos años de demora.
Los próximos veinte años acarrean sus propios riesgos y sorpresas en potencia, especialmente en cuanto a las erupciones volcánicas que contribuyen a la destrucción del ozono por encima de los niveles calculados. Si bien el mundo puede expresar su satisfacción por el trabajo realizado, no puede relajar su vigilancia. Habrá que controlar la capa de ozono regularmente y realizar investigaciones para calcular los efectos ambientales de la destrucción del ozono. Habrá que desarrollar e introducir nuevas tecnología~ para sustituir a todas las sustancias destructoras del ozono.
El ímpetu creado por los países en desarrollo para sustituir a los CFC deberá mantenerse por medio de la transmisión oportuna de las tecnologías de alternativa y una puesta en aplicación enérgica del mecanismo financiero.
El uso de los CFC y HCFC deberá regularse y controlarse durante los próximos años de acuerdo con las disposiciones del Protocolo. Habrá que tomar medidas de control más estrictas para el bromuro de metilo y reducir su consumo tan pronto como sea posible. La~i conclusiones deducidas por las comisiones de cálculos científicos y técnicos periódicos con respecto a la capa de ozono han de ser acogidas con prudencia por las partes. En realidad, la capa de ozono tiene que hacerse volver a su nivel original con cuidado y diligencia para que el futuro de la vida en el planeta nunca vuelva a sufrir las mismas consecuencias.